miércoles, 21 de octubre de 2009

FATIH AKIN HABLA DE…HAMBURGO

Me pareció que debía una película a esta ciudad. Hace un tiempo, vinieron a verme dos cineastas de Nueva York y me preguntaron: “Oye, ¿cómo es que sigues viviendo aquí? ¿Cuándo te mudas a Nueva York?” Y les contesté: “Porque aquí me siento bien. Me sé todos los atajos. Conozco todas las salas de cine. Sé dónde encontrar un buen médico, dónde comprar las mejores verduras. ¿Por qué me iría a otro sitio?”

Después de cenar, nos fuimos a una fiesta “electro” en el antiguo edificio Frappant, en Altona; luego al distrito Schanzen, primero al Mandalay y luego al Bernstein, y acabamos en el Kiez, el barrio chino de Hamburgo. A las seis de la mañana, la gente salía de los clubes y se quedaba a charlar en la Hamburger Berg, una calle muy popular. Hacía calor, salía el sol y mis dos amigos neoyorquinos estaban asombrados. Los bares cierran a las cuatro de la mañana en Nueva York. Acabaron por decir: “Vale, ahora entendemos por qué no quieres irte. Esta ciudad es genial, la arquitectura es magnífica, se come de miedo, los bares son fantásticos y las mujeres, guapísimas”.

Rodamos en lugares que desaparecerán pronto, como el Mandarin Casino, donde antes estaba el Mojo Club; el Astra Stube y el Sternbrücke, que van a destruir cuando se reconstruya el puente; el club en el antiguo edificio Karstadt, en Altona, en la calle Grossen Berg. Compré mi primer vinilo en los almacenes Karstadt: “Parade”, de Prince & the Revolution. El barrio de Wilhelmsburg simboliza la transformación de la ciudad. Todo el distrito está llamado a convertirse en un lugar de moda, y el viejo barrio industrial con sus obreros e inmigrantes desaparece poco a poco. Me gustó rodar en Wilhelmsburg porque el protagonista debía cruzar el puente cada mañana para ir a trabajar. Como el Bósforo en Estambul: hay que cruzar el mar para llegar a la otra parte de la ciudad.

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